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El logopeda y las dificultades de articulación –dislalias– en niños

Sara Torelló i Enrich
Pedagoga y logopeda de Toengab

Una de las muchas especialidades de los logopedas es la reeducación de los trastornos del habla, también conocidas como dificultades, alteraciones, disfunciones, desviaciones, perturbaciones y desórdenes, entre otros, pero en realidad, se refiere a todos los procesos implicados en la mecánica de la articulación y/o la rítmica del habla. Hoy nos centraremos más en las dificultades de articulación. 

¿Qué significa que una persona articula bien o mal los sonidos de su lengua? 

Una persona articula bien, desde el punto de vista anatómico-funcional, cuando presenta integración entre la información sensorial visual y auditiva (a nivel del sistema nervioso central) y competencia de su sistema fonoarticulatorio (correcta función respiratoria, órganos y motricidad bucofonatoria). Así, para hablar debe colocar correctamente los órganos articulatorios en la posición adecuada para producir el sonido o sonidos correctos, presentando precisión en los movimientos de la faringe, laringe, paladar, lengua y labios. De igual manera, consideramos que una persona presenta alteración en su articulación cuando produce de forma incorrecta un sonido o varios combinados, existiendo omisión, sustitución o distorsión de los mismos, independientemente de cuál sea la causa que lo origina. Debemos tener en cuenta que, dependiendo del idioma o país en el que se viva, ese sonido puede considerarse una articulación defectuosa o totalmente correcta. Entre estas disfunciones encontramos las dislalias, las disglosias y las disartrias. 

La dislalia es la alteración articulatoria más frecuente y se encuentra sobre todo en niños/as en edad escolar. Presenta un pronóstico muy favorable y se recomienda una intervención en el momento en que se detecta, para evitar fijaciones y consecuencias negativas, ya que correlaciona directamente con el desarrollo psicoafectivo y el rendimiento escolar. Los estudios y nuestra experiencia nos revelan que el número de niños que presentan dificultades articulatorias es superior al de niñas y que la mayor parte de ellas son a causa de una deficiente motricidad lingual, siendo la articulación del sonido «r» el que más se presenta. Se estima que la población infantil de 5 años presenta un 22%-25% de dislalias, mientras que a los 6 años y medio la incidencia está entre un 4% y un 6%. 

Los logopedas encontramos muchas dislalias en aquellos sonidos que requieren mucha habilidad en movimientos precisos. También encontramos niños/as que presentan varios sonidos afectados a la vez, ocasionando un lenguaje bastante ininteligible e impidiendo la comunicación, sin poder producir el sonido de forma aislada; en estos casos el problema suele estar en la discriminación auditiva y en el procesamiento temporal de los sonidos dentro de una secuencia. Cuando los trastornos fonéticos (dislalias) se combinan con los fonológicos es cuando se dice que ese niño/a tiene un retraso en el habla. Los más difíciles son los sonidos de la «r» doble, el sonido «s», triángulo alveolar «l-r-d», sonidos «l» y «r» en sílabas trabadas, etc. Según el sonido afectado, las dislalias reciben nombres diferentes, por ejemplo, la articulación incorrecta del sonido «r» doble se llama rotacismo, la del sonido «d» deltacismo, la del sonido «s» sigmatismo, etc. 

¿Por qué hay personas que presentan alteraciones articulatorias y dentro de estas dificultades de qué tipo? 

Las causas son diversas en función de cada caso, pero lo que sí es cierto es que en todos ellos está presente una inadecuada coordinación motriz entre los diferentes órganos articulatorios, también encontramos que hay falta de atención y concentración en el estímulo auditivo. Cuando hay una insuficiente madurez cerebral (inmadurez del sistema nervioso, que no permite la suficiente rapidez en la transmisión de impulsos nerviosos para que la pronunciación sea correcta) y un inadecuado desarrollo del aparato fonoarticulatorio hablamos de dislalia evolutiva. Debemos tener en cuenta que la madurez articulatoria en los niños se alcanza alrededor de los 6 años. Cuando la dificultad articulatoria se debe a un mal funcionamiento en el uso de los órganos articulatorios y no hay causa orgánica, hablamos de dislalia funcional, en general suele afectar a los sonidos «r» doble, «k», «l», «s», «z» y sílabas trabadas. También encontramos dislalias producidas por déficit auditivo. El niño/a que no oye bien no articula correctamente, confunde los sonidos semejantes, ya que no tiene una buena discriminación auditiva; estos casos suelen presentar paralelamente respiración oral y un inadecuado control del velo del paladar. Cuando la causa de la alteración articulatoria es de tipo orgánico, hablamos de dislalia orgánica. Estas lesiones pueden referirse a lesiones del sistema nervioso que afectan al lenguaje o a lesiones o malformaciones de los órganos del habla. Si se encuentran afectados los centros neuronales cerebrales (SNC) se llaman disartrias y forman parte de las alteraciones del lenguaje de deficiencia motora (debilidad muscular, descoordinación respiratoria, alteración de la voz, pérdida de ritmo-resonancia y articulación). Si nos referimos a anomalías o malformaciones de los órganos del habla –labios, lengua, paladar– se llaman disglosias (disglosias labiales, mandibulares, dentales, linguales, palatales y nasales). 

¿Qué causas pueden generar este tipo de dislalias? 

Pueden ser varias las causas, pero a menudo encontramos persistencia de esquemas articulatorios infantiles, falta de modelos lingüísticos correctos, estimulación lingüística deficiente -condicionando también la fluidez verbal y el desarrollo semántico-, falta de control en la psicomotricidad fina, ya que el habla requiere una gran habilidad motora, déficit en la discriminación auditiva, no se descodifican correctamente los elementos fonémicos de la lengua y no se perciben diferenciaciones fonológicas del tipo sordo-sonoro, dental-velar, etc., predisposición genética, deficiencia intelectual, de tipo psicológico, sobreprotección, traumas… Debemos tener en cuenta que el equilibrio psicoafectivo del niño/a facilita el desarrollo normal del lenguaje, cualquier alteración afectivo-emocional condiciona su evolución lingüística. 

Para terminar, comentar la importancia de la reeducación logopédica en estos casos, y de su intervención lo antes posible.

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